Un día largo
Anthony Villanueva As translated by Elizabeth Berni
Goteo─goteo─goteo
Pequeños globos claros pasan apretando el gotero de metal y se sumergen en la cámara, cada uno esperando su turno, cayendo como segundos líquidos. Y yo permanezco aquí acostada viéndolos.
Sombras se deslizan de un lado de mi cuarto al otro, como gente enferma empujando el tubo de sus intravenosas y los observo también. Me imagino una mirada fugaz hacia mí, pero la mayoría me ignoran al moverse a lo largo de las paredes de las ventanas a la puerta, sus cadencias al andar llevan el ritmo del sonido del tic tac del reloj redondo que esta vigilándome
El día se mueve en pedazos y caras aparecen cuando mis ojos pesados se abren. No se cuanto tiempo han estado ahí. Los dueños siempre están felices, pero siempre ocupados. Sus dedos bailan y actúan, siempre ajustando y reorganizando. Ellos también son atraídos por los pequeños globos que gotean. Me gustan sus sonrisas; son honestas. Mi familia y amigos me sonríen también, pero sus ojos vidriosos y palabras incoherentes siempre los traicionan; no tienen culpa.
Mi pobre esposo ha envejecido mucho y me preocupo por él. Sus ojos parecen ser atrapados en una cara a la que le duele al sonreír y la carne debajo de esos ojos parece fruta desecada dejada sobre la mesa por demasiado tiempo. Aun así, veo los ojos de ese feliz novio de hace veinticinco años en esta semana. Eso es lo que me hace sentir bonito por dentro, esos ojos del novio, mirando a su novia. Desde un baúl de memorias veo el video de nuestra boda, nosotros dos sentados juntos en nuestra mesa, sonriendo, felices y viviendo el momento.
La belleza de la novia no existe más. Mi pecho ha sido tallado y mutilado. Mi panza esta agujerada con tubos y hoyos que no saben que hacer con la fealdad que alguna vez fue mi estómago. Mi cuero cabelludo bajo el pañuelo de seda parece como el rezago de una ladera arruinada por un enciendo. Pero está bien; eso es solo estético. En mi sueño sé que soy hermosa; mi Dios me lo ha dicho.
Él tiene grandes planes para mí; el me lo ha murmurado en mis sueños. Estamos llegando a ser muy cercanos, El y yo. Desde tiempo atrás en ese bello blanco templo en Tómales, el que tiene la torre apuntando hacia el cielo, nosotros establecimos una amistad. Voy a extrañar a ese templo, las cumbres, lo verde, y el mar.
Él sabe mis secretos, pero El no está preocupado.
Él sabe que yo vine aquí con un bebe en un brazo y la pañalera en el otro, una pañalera llena de nada mas de sueños y esperanzas. Él sabe que di mi todo por una tierra que no me quería aquí. Él no tomo en cuenta los tecnicismos y lleno mi humilde tráiler con adinerados amigos, artistas, escritores, maestras, enfermeras, y todo tipo de invitados –legales o no. Y él sabe que no necesito ensenar ningún tipo de documentos a donde iré pronto.
Mi otro secreto, el más difícil de esconder, es mi temor. No por mí, pero por mis tres hijos. ¿Qué hará mi hija sin su madre para que la cuide? ¿Que harán los niños con todos esos sueños y esperanzas que les guarde? ¿Y los nietos? O, los veré lo suficientemente pronto y les daré la bendición a cada uno antes de que emprendan su camino a la tierra. *
Las sombras han llegado al otro lado del cuarto y están cansadas. Otra bolsa marcada “chemo” está puesta arriba y descargando más globitos de esperanza. Mis hijos y esposo llegan uno por uno del trabajo y escuela y preguntan sobre mi día. Les digo que los empleados vinieron a cantarme “Feliz cumpleaños”.
Escarbo al fondo para encontrar fortaleza y camino por el pasillo. Mi esposo sujeta una de mis manos, el porta suero me detiene la otra, y mis hijos nos rodean a los dos al contar los pasos.
Estoy de regreso en la cama, la estación de enfermeras está ocupada en un escándalo tranquilizado, y se está haciendo tarde. Veo la confusión en las caras de mi familia que desean quedarse, pero anhelan irse.
Los dejo ir, despidiéndolos con una sonrisa y un abrazo.
Estoy aquí acostada todavía despierta, pero ahora escucho pasos por el pasillo. Mis pesados ojos trabajan para permanecer enfocados pero mis oídos están como nunca vigilantes. Rezo que por una noche más todos los pasos sean de las enfermeras. Y rezo por estar aquí para dar la bienvenida a las sombras por la mañana cuando comienzan su marcha con el reloj.
Ha sido un largo día.